Diabetes tipo 3, “Me gusta definirlo como un estado crónico”. Por Iñaki Lorente, psicólogo y educador en diabetes

 FUENTE: WEB FEDE


Se emplea el término “diabetes tipo 3” para referirnos a los familiares y al entorno de las personas con diabetes. Ahora bien, ¿conocemos exactamente qué significa, qué implicaciones tiene y cómo afecta esta condición a la convivencia? Entrevistamos a Iñaki Lorente, psicólogo y educador en diabetes, para analizar este y otros muchos factores al respecto.

 

¿Cómo defines la “diabetes tipo 3”?

No es una patología fisiológica como otros tipos de diabetes. Más bien se trata de jugar con los de conceptos. Habla de la necesidad de implicación con quien tiene diabetes. Me gusta definirlo como un estado crónico que afecta a las personas en cuyo entorno hay alguien con diabetes, porque su influencia permanece mientras exista esa relación con alguien con diabetes. Pero no lo denomino “patología”, puesto que no necesariamente se trata de algo que perjudique a la persona.

¿De qué forma afecta la diabetes al entorno del paciente?

De forma inmediata hay un elemento muy importante que provoca cambios en el estado de la vida de uno de los miembros de la unidad familiar: el diagnóstico. Eso, de forma automática, influye en el resto. Bien sea para comprometerse solidariamente y modificar también sus hábitos, bien para reusar a hacer dichos cambios en ellos mismos. Por otro lado, es un elemento tan importante que por sí mismo es capaz de modificar el estilo de relación que se mantenía hasta entonces, corriendo el riesgo de volverse sobreprotector, permisivo, tenso, infantilizado…

¿Crees que la salud emocional del entorno se tiene lo suficientemente en cuenta?

En absoluto. A la familia se le pide que sean los colaboradores necesarios en la gestión de la diabetes, que participen y se involucren. Sin embargo, el equipo sanitario de referencia, en el mejor de los casos, tan solo de pasada, se interesa por la repercusión que esa responsabilidad tiene en la vida de los convivientes. Este fenómeno se multiplica en el caso de los padres, muy especialmente si son de hijos adolescentes con diabetes. Así dejan de ser un apoyo necesario para transformarse en el «enemigo a batir».

Qué medidas se podrían tomar desde la Administración para mejorar la atención que reciben los familiares?

Desde la administración se debería articular un sistema de prevención de alteraciones emocionales, no solo en las personas con diabetes, sino en aquellos implicados en la ayuda. Sin duda disponer de un psicólogo experto en diabetes podría marcar la diferencia entre la prevención y detección precoz y el tratamiento de trastornos mentales fruto de la mala gestión de la diabetes.

¿Qué recomiendas para que el entorno afronte la convivencia de forma positiva?

Evitar despojar a la persona con diabetes de sus demás características. No es infrecuente sucumbir ante la presión por mantener la diabetes a raya dejando que se convierta en el centro de la existencia de la vida familiar. Medidas tan sencillas como preguntar al hijo que vuelve del instituto que tal le ha ido la jornada antes de interesarse por sus niveles de glucosa son extremadamente importantes.

¿De qué manera la labor de las asociaciones es importante en este aspecto?

Siempre he sido de la opinión de que las asociaciones tienen un rol fundamental a cubrir en la atención de calidad de las personas con diabetes y de su entorno próximo.

Son muchas las cosas las que puede aportar. De hecho, yo siempre recomiendo a quien acaba de ser diagnosticado que se asocie. Allí encontrará personas más “veteranas” que le permitirán visualizar aproximadamente cómo será su vida con diabetes cuando haya transcurrido un tiempo prudencial. Por supuesto, el asociacionismo es la manera más efectiva de defender los derechos del colectivo e ir logrando mejoras para todos.


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